Cada noche al cerrar la ventana, Amadeo se asoma a la luna.

Cuenta las estrellas de una en una y empaqueta su luz.

Cierra la caja celeste y ambos se acurrucan en la oscuridad.

Cuando despierta, todas las mañanas, Amadeo cuenta sus sueños, de uno en uno y entrega las estrellas dormidas a Ignacio, su vecino ciego.

Ignacio se queda contando estrellas mientras Amadeo se pone a escribir este cuento.

Inicia su paseo de palabras y cuando cae la noche, abre la ventana.