Toda la vida viví con él, me desperté, comí, jugué y dormí con él.
Pero un día me cansé.
En esta casa no hay más lugar para los dos.
No hay más remedio. “Cucú se tiene que ir”.
Se lo regalé a mi amigo Beto.
¡CUUUUU CUUUUUUUU! Gritó toda la noche.
Al día siguiente me llego una carta de Beto que decía “No puedo dormir con él. Cucú tiene que volver. Creo que te necesita”.
Esa misma tarde fui a buscarlo. Y la verdad debo confesarlo: Me puso felíz saber que me había extrañado. Podemos vivir juntos unos años más.